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Fuente ACN.

Habla rápido y mira constantemente a su alrededor. Sabe que dedicarnos unas palabras atrasará su trabajo y cada minuto cuenta. Son muchos los papeles que desde la llegada de la pandemia de la COVID-19 al país han pasado por sus manos, y aún son muchos los que faltan por revisar.

Marzo de 2020 cambió las rutinas en Cuba e impuso retos enormes, principalmente para aquellos enfocados en dar respuesta a la nueva amenaza y decidir lo mejor para la salud de las personas. Entre esos héroes anónimos se encuentra Jorge de Jesús Menéndez Hernández, uno de los investigadores clínicos de mayor experiencia del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED).

A la institución llegó en 2015, luego de 15 años de experiencia en los ensayos clínicos al ser el director de esa disciplina en el Instituto Finlay de Vacunas (IFV), pero nunca había enfrentado tal volumen de trabajo en un escenario tan delicado.

“Durante estos meses me he sentido útil y he visto mi esfuerzo traducido en cada producto. Eso reconforta a pesar de no tener horarios. En el CECMED hemos perdido la secuencia de sábados y domingos, porque también trabajamos desde casa”, dijo.

Aunque es limitado lo que puede compartir con su familia, ellos lo han apoyado en cada momento, en especial su hija Dalia Menéndez Sardiñas, quien trabaja a pocas oficinas de su padre y confiesa que, a pesar de la cercanía, en ocasiones ni se ven.

“Él es mi guía. Mi sueño de niña era ser abogada, pero después despertó el bichito por la ciencia, había pasado toda la vida viéndolo, primero como epidemiólogo y luego formando parte del grupo de ensayos clínicos del IFV. Crecí entre laboratorios, por eso me gradué como técnica en Farmacia Industrial y después hice la licenciatura en Ciencias Farmacéuticas.

“Hemos trabajado juntos, primero en el IFV y ahora en el CECMED. Para mí es un orgullo verlo asumir los ensayos clínicos en la institución, esa es una gran responsabilidad que le demanda mucho tiempo", contó.

Los especialistas del centro se han tenido que reinventar para estudiar y autorizar medicamentos, equipos y dispositivos médicos ante el SARS-CoV-2 sin perder el rigor en cada paso, manteniendo los estándares de calidad acordes a los requerimientos internacionales.

“Fue preciso cambiar varias cosas. Cuando se evalúa un medicamento conocido es más fácil, porque el tiempo para su estudio ya se cumplió, pero como en este caso se trataba de productos nuevos o redirigidos, se toman en cuenta más indicadores y tuvimos que encargarnos como grupo de lo que antes se hacía de forma individual”, comentó Menéndez Hernández.

El equipo de evaluadores lo integran farmacólogos, epidemiólogos, pediatras, bioestadistas y matemáticos para lograr una visión integral de cada proceso y mantener una interacción directa con los promotores.

“Ha sido insustituible el contacto cara a cara que permitió acortar los plazos y se dio a los señalamientos una respuesta más rápida. No siempre tenemos la razón y cuando los investigadores nos explicaban el por qué de un procedimiento todo se entendía mejor. Es un proceso de convencimiento, no de imposición, entre el evaluador y el evaluado”, expresó.

El doctor explicó que, en relación a las vacunas, si bien se modificaron los plazos también lo hicieron los diseños, para avanzar más rápido sin que se afectaran los resultados, corregir ágilmente cualquier falla y realizar las aprobaciones con la calidad requerida.

Las personas pueden pensar que nuestro trabajo como reguladores es una traba, pero no es así, constituye la garantía de que llegarán a la población productos seguros y eficaces, afirmó.

Después de su registro nunca dejan de ser objeto de estudio, pues cada cinco años esa condición debe renovarse, y mediante la farmacovigilancia se sigue la seguridad de los medicamentos por lo que siempre existe el vínculo con el CECMED. (Por Sheila Noda Alonso y Lorena Chávez Fernández, ACN)

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